Estrés en la piel: cómo afecta y qué hacer para combatirlo

Es posible que te hayas encontrado con clientes cuyo cutis refleja los estragos del estrés. Este factor, omnipresente en la vida moderna, tiene un impacto significativo en la salud de la piel, generando brotes inesperados, pérdida de luminosidad y aceleración de los signos del envejecimiento. Como profesionales, es fundamental comprender estos efectos y proporcionar soluciones eficaces.

El aumento del cortisol debido al estrés tiene consecuencias directas en la dermis, afectando su equilibrio y funcionalidad. Algunos de los efectos más notorios incluyen:

• Piel apagada y deshidratada: la barrera cutánea se debilita, afectando su capacidad de retener la humedad.
• Inflamación crónica: agrava patologías como acné, rosácea y eczema.
• Aumento de la producción sebácea: generando brotes de acné en pieles propensas.
• Disminución de colágeno y elastina: acelerando la aparición de arrugas y líneas de expresión.
• Retraso en los procesos de regeneración: afectando la cicatrización y reparación cutánea.

• Vitaminas A, C y E: potentes antioxidantes que combaten el daño oxidativo, estimulan la regeneración celular y mejoran la uniformidad del tono cutáneo.
• Vitamina F: refuerza la barrera cutánea, protegiéndola de agresiones externas y previniendo la pérdida de hidratación.
• Provitamina B5 + niacinamida (vitamina B3): efecto calmante, antiinflamatorio y equilibrante, ideal para pieles reactivas o sensibilizadas.
• Su textura rica, pero de fácil absorción, permite una aplicación placentera sin dejar residuos grasos, favoreciendo la adherencia de tratamientos posteriores.

El uso continuado de este tratamiento permite:

• Restaurar los niveles de hidratación y luminosidad cutánea.
• Reforzar la barrera cutánea, mejorando su resistencia ante agresores externos.

Integrar este tratamiento en protocolos de cuidado avanzado es una estrategia efectiva para revitalizar la piel de los clientes y potenciar los beneficios de otros tratamientos dermocosméticos.

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